Una isla para mi cocina
Con la incorporación de una isla es la
mejor manera de sacarle partido a una cocina. Al ser un módulo
aislado, que cuenta con sus cuatro lados libres, ofrece una flexibilidad única. En beneficio del diseño interior se aprovechan todos sus costados, se propicia una circulación fluida y completa
por la estancia a su alrededor y supone un magnífico elemento distribuidor y
separador de ambientes.
Así que, si se cuenta
con una sala de dimensiones medianas-grandes, ya que lo ideal es que la isla
tenga un tamaño generoso de al menos 2.5 metros si queremos cocinar en ella,
esta es una opción más que recomendable. Además, es una pieza clave para
fomentar participación y comunicación en el hogar.
Disponer de la cocina en la isla nos permite cocinar de cara a los comensales, una manera perfecta de generar un clima de diálogo y complicidad. Los tres elementos que debería aglutinar son: placa de cocción, punto de agua y plano despejado para la preparación de alimentos.
Lo fundamental a evitar en una isla es que carezca de espacio
para cocinar y preparar los alimentos en los laterales. Esto obliga a girarse
de un lado para otro constantemente; algo muy poco práctico. Es importante dejar un buen espacio lateral para poder
tener los utensilios que usamos mientras trabajamos.
Una isla también sirve para separar la zona de cocina de la zona de
comedor, conviene aclarar que una cocina no es una pista de baile,
sino que hay que aprovechar el espacio central, siempre que permita una
circulación adecuada. La isla favorece generando un más participativa, ya que
podemos estar preparando alimentos o limpiando utensilios mientras charlamos
con los comensales que están sentados en la mesa/barra. Siempre hay que apostar
por una isla que se adapte fácilmente al espacio del que dispongamos.
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