La inspiración se trabaja
A toda la comunidad creativa nos suele pasar por la mente un pensamiento que nos alborota y desacomoda de cierta manera; una intriga en la que todos hemos pensado alguna vez: la inspiración. ¿Qué es?, ¿existe?, ¿es acaso un boom magnífico que viene lleno de pensamientos e impulsos que se convierten en ideas salvadoras, o simplemente es un cúmulo de experiencias y sensaciones que obtenemos a lo largo de los días, que nos dice qué hacer en determinados casos?.
Es
importante notar que muchos artistas y pensadores han hablado de esto a lo
largo de los tiempos, pero la pregunta sigue allí. Muchas personas creen que
las mentes creativas se inspiran a menudo. Es verdad, pero en general se
considera a la inspiración como un don divino o un evento mágico otorgado que surge de manera espontánea y casual; como si tomando el lápiz se
obtuviera un súper poder único y se pudiera trazar y escribir
automáticamente un nuevo proyecto gráfico.
Sin
embargo, hay que notar que la verdadera inspiración no consiste en impulsos,
arrebatos o deseos que uno suele tener. Corresponden a la pasión que mantiene
por su vocación. La pasión que se lleva en el alma y la necesidad de expresión,
a veces explotan y dan lugar a obras o ideas brillantes. Pero la pasión no
es la inspiración en sí. Más bien es el motor que la impulsa. Incluso puede
ocurrir un bello efecto en cadena, cuando la pasión se transforma en
inspiración de otros: al verte trabajar, al ver tu obra, al conocerte como
profesional o como persona. Sin embargo, volvemos a lo mismo: la pasión no es
la inspiración como tal. La inspiración se trabaja.
Hace falta
conocer y aprender para inspirarse. Nadie puede inspirarse sin haber meditado
previamente alguna idea, suceso, métodos, pensamientos, citas, libros, películas,
canciones, pinturas, lugares, etc.
La
inspiración se alimenta, se lleva dentro como un valioso baúl que guarda los
más profundos estímulos e ideas que se han implantado en la mente, consciente o
inconscientemente. La inspiración es eso que te marca y te dice qué rumbo tomar
y cómo recorrerlo. Es algo muy interno y sumamente personal.
Idealmente,
cada profesional debe esforzarse por apoyar y fortalecer su inspiración. Hay
que mantenerla despierta, curiosa y ante todo, atenta. Nace y crece del curioso
y atento sentido del asombro —como el de un niño— y de los dones que cada uno
tenga para ejecutar y trabajar. Debemos esforzarnos por mantenerla bella, cual
musa verdadera, por llevarla a ver buenas películas, por entretenerla y
cuestionarla con buenas conversaciones, jugar con ella a imaginar con
interesantes lecturas; afinarle su oído con música de todo tipo que se nos haga
memorable y duradera, alimentar su vista y su recuerdo con bellos paisajes,
nuevas aventuras y experiencias; descubrirle nuevas facetas y fortalecer su
carácter sintiendo nuevos sabores, olores, sonidos y texturas.
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