La teoría Bauhaus (parte 1)
Walter Gropius fue un hombre de
la primera posguerra. Su obra como arquitecto, teórico, organizador y director
de la escuela de arte que denominó Bauhaus, Lo convirtió en una figura
inseparable de la historia de la república de Weimar, así como de la frágil
democracia Alemana. Gropius puso en juego toda su cultura y teórica, su
destino de artista, su fe en un porvenir mejor para el mundo, ocultando una
lúcida desesperación por la humanidad.
Se afianzo en aquel supremo
prestigio de la filosofía de la razón, siendo la última herencia de la
gran cultura alemana que poseía. Siendo esta la única fuerza de rescate que
Alemania podía extraer de su propio pasado. La obra de Gropius se encuadra
en la crisis de los ideales y pensadores que caracterizan a la cultura alemana
del siglo XX.
La racionalidad que Gropius
desarrolla en los procesos formales del arte es afín a la dialéctica de la
filosofía fenomenológica y existencial, que está ligada históricamente. En
toda su obra se ve el rigor lógico en cobrar una evidencia formal, que se torna
arquitectura, en tanto a una directa condición de existencia humana. Ubica
a la racionalidad como una técnica infalible, no es una guía o una luz desde lo
alto, sino la condición que la determina y justifica al objeto en
uso. Muestra de la crisis existente de ahí el paso continuo del
racionalismo al pragmatismo y la sustancial identidad entre proceso artístico y
proceso crítico, actividad creativa y actividad didáctica, ampliando con ello
de manera ilimitada el horizonte histórico del arte contemporáneo.
La consideración entre la
dualidad racionalismo/pragmatismo; nacionalismo/Internacionalismo, que durante
el periodo de la posguerra angustiaba a la entera cultura europea. Gropius la
describe en la arquitectura “Internacional” como una nueva organización social.
Con nuevas formas y usos espaciales. Tanto en Francia como en Alemania, aunque
en cada una con distintos acentos, cada vez que se hablaba de internacionalismo
en realidad se pensaba en una nación supra histórica o colectiva, la denominada
“nación europea” y del mismo modo cada vez que se hablaba de racionalismo
a propósito de las inevitables cuestiones sociales en que se ve inmersa toda
arquitectura, se estaba pensando en realidad en un pragmatismo
generalizado. Pero este dualismo no expresaba el contraste histórico
existente entre las ideologías y las clases, que se iba endureciendo día a día.
La diferencia de Gropius del
resto de los artistas europeos fue ante todo su frío rechazo a fundar al hombre
moderno sobre los signos de poder de las sociedades burguesas o políticas,
promovió en todo el ámbito artístico un idealismo crítico al sistema.
Así Gropius constata que aquellos
grandes ideales y supremos valores de la sociedad victoriana de echo han
cambiado y admite que la crisis de la sociedad es también la crisis del arte, y
establece que la función del arte es inminente al progreso de la transformación
de la sociedad, su error fue el haber creído que tal transformación puede
reducirse a una mera evolución histórica de la clase sociales.
La revolución de Gropius fue
fría, no abrió al arte nuevos horizontes, pero marcó más allá. El
punto cultural de toda tradición figurativa, Toda renovación artística deberá
fundarse ahora sobre una nueva concepción del valor de la existencia y de la
organización social. Partió desde Cézanne al cubismo y elaboro un nuevo
lenguaje que pretende ser enteramente, “analítico y racional” de lo “natural”
el lenguaje figurativo.
A partir del cubismo que es
teóricamente inmune a las variantes políticos (signos de poder) y/o nacionales.
La geometría se exenta de estas fuerzas sociales y penetra en el dominio
de la “Razón Pura”. Por lo cual se adopta esta como lenguaje a seguir. La
figura geométrica exacta.
Es necesario recordar que la
guerra había distanciado el acuerdo inicial entre los artistas franceses y alemanes
volviendo a elevar barreras ideológicas entre ellos y regresando a sus tradiciones
culturales geográficas o locales. Entendamos que dichas barreras no separaban a
dos naciones sino dos concepciones de vida.
El problema de la arquitectura
internacional implica el problema de la socialización del arte. En la posguerra
toda la arquitectura europea se funda en el trinomio racionalismo-socialidad-
internacionalismo, y dichas instancias buscan satisfacerse en la construcción
formal cubista.
En la racionalidad geométrica,
existe la certeza formal, se ordena y se compone la vida práctica,
planteando un método y define los problemas que la vida común, plantea en su
propio desarrollo. La propia crítica que destruye todo valor histórico se
remite a una mera condición del “ser” y del “hacer”.
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